miércoles, 1 de diciembre de 2010

Silencio...

"Ya no tengo palabras,
de todo y de nada el tiempo se las llevó,
sólo queda la noche en mi interior y este frío de amor.
Hoy esta calma que rompe el corazón,
de esta guerra yo he sido el perdedor
y se clava muy dentro este..

Silencio, eterno y mudo como el recuerdo
del amor que tú me diste,
Silencio, tan grande, tan vacío y tan muerto,
cómo quema este dolor del silencio
que llena cada espacio en mi cuerpo,
Cómo duele este silencio de amor.

Qué difícil se ha vuelto
seguir respirando sabiendo que ya no estás,
si pudiera encontrar una razón
que me ayude a entender que no vas a volver
y esta herida que sangra en mi interior,
y esta espina clavada sin razón
y el inmenso dolor de este..,

Silencio, eterno y mudo como el recuerdo
del amor que tú me diste,
Silencio, tan grande, tan vacío y tan muerto,
cómo quema este dolor del silencio
que llena cada espacio en mi cuerpo,
Cómo duele este silencio de amor".


("Silencio" - David Bisbal).

Hace unos días fui con mis padres, mi hermana y su marido a uno de estos grandes almacenes para ver algunas cosas que iban a comprar estos últimos para su nueva casa. Me perdí un poco por alli mientras recordaba la última vez que había estado en ese mismo sitio, hacía unos meses, no mucho antes de su boda que también fueron a comprar algunas cosas alli. Recuerdo cómo me perdía en mi mente mientras nos imaginaba a nosotros haciendo esas compras... recordé incluso cómo en cada una de las bodas a las que fui el pasado año, me decías que siempre que ibas a una te entraban "las ganas de casarte"... me gustaba imaginar cómo sería el momento en que fuéramos nosotros quienes estuvieran ahi ante el altar... a veces me imaginaba más de la cuenta, tonterías como estas pero en las que siempre estabas tú, soñaba siempre con vivir contigo alguno de esos momentos que tanto me habían hecho llorar de ilusión cuando los veía en una película romántica... pero, después, siempre me apenaba demasiado cuando volvía a la realidad y volvía a ser consciente de que todo eso no existía más que en mis sueños, que cada día iba convirtiéndose en algo que ma hacía más daño... el soñar era cada vez más doloroso, porque mi corazón no quería engañarse más a sí mismo. Sin embargo, bastaba con ver tu rostro para que todo el dolor desapareciera una vez más y quisiera volver a soñar sin miedo, sin importarme caer ni sufrir, sin tener miedo a nada.

Todo esto me recordaba en muchas ocasiones (cosa que después alguien me llegó a decir) que era tal vez un poco Ted Mosby (el protagonista de la serie "Cómo conocí a vuestra madre"), pues soñaba con enamorarme de la chica perfecta y vivir con ella la más bella historia historia de amor, casarme... tal vez esa fuera una de las razones por las que a lo largo del curso pasado me enganchara de esa manera a esta serie. Me encantaba la historia de amor de Ted y Robin, cómo a él le brillan sus ojos y su rostro al adorarla mientras la ve (cosa que ya dije aquí en más de una ocasión de que me hubiese gustado ver mi cara al verte alguna vez) y cómo basta una sonrisa para entender de algún modo que a veces no hace falta mucho más para creer que estás enamorado, que no necesitas grandes demostraciones de amor sino que un simple gesto o una mirada son suficientes a veces para sentir tal adoración por una persona. Y, bueno, también decir cómo se convierten en los mejores amigos, todas las cosas que hace él para poder estar con ella, cómo se declara, cuántas tonterías es capaz de hacer para que ella se dé cuenta de que la quiere, cómo incluso se imagina el momento de su boda y casándose con otra persona mientras la observa a ella mientras se miran con el gesto contrariado ambos, cómo no le importa que le digan que no es lo mejor el estar juntos porque cree que ella es la mujer de su vida y sus sueños... tal vez tú supiste aprovecharte de la luz que desprendí al mirarte...
Aunque me pudiera imaginar desde mucho tiempo antes que aquellas no serían mis Navidades más felices y, con el tiempo, fui estando cada vez más convencido de ello, creo que nunca habría podido pasárseme por la cabeza que nuestra amistad podría terminar de una manera tan estúpida. A día de hoy, por mucho que piense y me acuerde más de lo que quisiera de gran parte de esas cosas, todavía me da miedo intentar buscar una explicación, un por qué para que sucediera todo esto, aunque sé que no podría encontrar una explicación, tal vez porque todo era muy simple o porque ninguno de los dos llegamos a entenderlo. En cualquier caso, sabía que lo mejor para los dos era mi silencio, ¿de qué serviría hacerte saber que todo esto me hacía tanto mal? Ahora tú eras feliz y yo debía probar que era cierto cuando decía que lo que siempre busqué fue tu felicidad por encima de todo... incluso de la mía propia.

Y, sí, la Nochebuena fue como tenía planeada desde aquella última noche que hablamos: cena familiar y, después, a casa debido a algún inesperado dolor de estómago o algo parecido. Alguno de mis amigos ya sabían que eso iba a pasar y me llamaron varias veces para venir a recogerme cuando terminara la cena familiar, que era en una casa en el campo, pero les dije que aparecería de todas formas. Pero no me verían ya hasta el sábado 26, que salí y estuve con ellos, a quienes sabían de lo que habían pasado en los últimos meses no hubo que decirles muchas veces que la noche de Nochebuena me había puesto enfermo y que esa era la razón por la que no aparecí, ellos sabían que eso no era verdad. Para esta noche, de todas formas, tampoco estuve gran parte del tiempo con la mayoría de mis amigos, precisamente para evitar todo esto, pero estuvimos fuera hasta tarde. Fuimos incluso a la discoteca del pueblo donde, ya casi al final de la noche vi a tu "ligue", como así me lo habías definido tú, y también me pareció verte a ti, aunque, supongo que, por suerte para mí, mi grupo estaba algo alejado de aquella zona y pude evitar pasar por alli, ni siquiera para ver si eras tú, no necesitaba nuevos sobresaltos inesperados, no los deseaba, los temía. Así que aquella noche, tampoco dió mucho más de sí que el hecho de pensar si me habrías visto y el pensar en que podría tener unas vacaciones diferentes si tuviera el valor necesario para intentar alejarme de todo lo que suponía estar en casa encerrado y escuchándome a mí mismo.

Para la noche del domingo 27 estoy en el messenger y cuando se conecta una amiga que tenemos en común hablamos y, aunque tarda un buen rato, sé que me va a preguntar qué ha pasado. Le digo que te vi la noche anterior en la disco pero que no me fijé con quién ibas aunque los dos lo supiéramos. Me pregunta si sé lo vuestro y, cuando le respondo que lo sé desde el mismo día que ella y el resto de tus amigas lo saben también y que me lo contaste tú misma se extraña, pues me cuenta que la noche anterior tú le comentabas que pensabas que yo estaba "así" contigo porque me habría enterado de lo tuyo con tu nuevo amigo. El resto de la conversación que tengo con ella no es más que intentar que ella comprenda el por qué de que en ese momento tenga menos relación contigo y del modo en que la teníamos, porque no me hacía ningún bien en ese momento y todo lo demás. A pesar de todo no parece entender la razón y sólo me quedo con que dice que es una postura muy infantil todo esto. Estoy seguro de que no ha sido la opción más madura, pero yo sólo evitaba que tuvieras que oir un día que yo me sentía mal, cosas que no tenías por qué escuchar de mí porque ahora tú eras feliz, pero yo necesitaba un poco de espacio para poder respirar o para llorar a mis anchas mientras pasaba el tiempo que fuera necesario. En cualquier caso, a pesar de que no te lo estoy diciendo a ti directamente sé muy bien que ella te cuenta lo que estamos hablando asi que, de algún modo, pienso que así sabrás lo evidente. No me servirá el contar muchas de las cosas que he sentido estas semanas para dormir más tranquilo, seguramente al contrario, porque sé que es posible que me traigan más problemas, pero tú, una vez más, sabrás al menos lo que querías saber, forzarás una situación para simplemente oir algo que ya sabías, algo que yo callaba por el bien de los dos y que nadie más tiene por qué saber, pero qué más da...

En estos días, posiblemente por la efeméride que se avecinaba, apenas si pude dormir. Es curioso pero siempre me terminan sucediendo todas estas cosas en las épocas en que estoy estudiando. Probablemente sea porque es entonces cuando tengo que vaciar la cabeza de cosas inservibles de las que la lleno a diario, que tengo que estar en silencio conmigo y es, precisamente en ese momento, cuando más alto se oye gritar a un viejo conocido que parecía estar algo abandonado a su suerte, un corazón oxidado que se cansó de gritar algo que la cabeza nunca dejó de tener presente pero que prefirió distraerse con ruído mientras pudiera no tener que volver a pensar en ti y en lo que quedó de mí a partir de todos estos meses que pasaron mucho más rápido de lo que podría haberme imaginado. Al principio me atormentaba saber cada mañana que los días pasarían muy lentamente hasta hacerse interminables pero, después, con el paso de los meses, el temor fue otro, precisamente el hecho de que los meses fueran corriendo a tanta velocidad que ni siquiera pudiera darme cuenta, pues ya ha pasado prácticamente un año de todo esto y hoy lo recordé como si fuera ayer.

En cualquier caso, y siguiendo con la historia, tampoco pasarían mucho más que simples horas para que todo volviera a cambiar radicalmente o, al menos, lo pareciera. Que a pesar de que me prometiera intentar olvidarte y, contigo, todo lo demás, no hacía falta gran cosa para olvidar esa misma promesa que me hice al corazón... aunque para entonces el corazón estaba todavía convaleciente de su última caida a bordo de esta montaña rusa...